Reconocer a estas alturas
de la película las posibilidades como herramienta de las redes sociales y el
acceso democrático a las tecnologías de la información en los procesos de difusión de ideas y posicionamientos dentro
de las movilizaciones ciudadanas es poco menos que una obviedad, las protestas
sociales puestas en pie durante los últimos años son buena prueba de ello.
Como buena prueba es
también la reacción que, desde ciertos sectores políticos, ha habido desde un
principio hacia estos medios, mostrando una actitud de rechazo frontal e
intento de desprestigio, cuando no una condena directa, de modo que el sólo
hecho de tener en cuenta o escuchar algunas de las conclusiones y
planteamientos esgrimidos haya supuesto poco menos que ser demonizado, producto
del nerviosismo que acarrea enfrentarse a unos canales de comunicación
imposibles de controlar, por mucho empeño que en ello se ponga.
Hace unos meses se hacía
pública la decisión de no renovar el contrato de Dirección del Festival
Internacional de Cine de Gijón, cargo que desde hace años ocupaba José Luís
Cienfuegos y que, desde sus modos de hacer, había aupado este evento a un lugar
destacado dentro de un panorama nacional e internacional, resultados más que
reconocidos por un amplio espectro de la población y del colectivo profesional
del sector, los mismos resultados que parecían justificar la continuidad tanto
de él como de su equipo.
Con argumentos nada
claros, esgrimiendo la necesidad de abrir una nueva etapa, se daba un giro y se
abría paso al nombramiento de un nuevo responsable. Lejos de intentar entrar en
analizar estas decisiones, el interés de este artículo pretende centrarse en un
elemento surgido a raíz de todo esto.
En sólo unas horas, las
redes sociales se veían inundadas por multitud de elementos gráficos alusivos a
la noticia, elementos gráficos que se posicionaban en contra de la decisión y
hacían visibles las opiniones del público y los ciudadanos, amplificándose en
poco tiempo en la repercusión y el espacio que la prensa presta al tema, en mi
opinión otro de los elementos sorprendentes y poco calculados desde los responsables
culturales que deciden dar ese cambio de rumbo.
De forma casi instantánea
aparecen tres imágenes significativas. Una primera mostraba una versión
revisada del logotipo del propio Festival acompañado de una lágrima, metáfora
más que evidente del sentimiento que se expandía de intento de hacer
desaparecer las señas de identidad del certamen, precisamente la base donde se
sustenta el éxito del mismo. Una segunda imagen ofrecía una mirada hacia el
cartel oficial de la última edición, en esta ocasión los ojos que nos habían
mirado desde todos los lugares de la ciudad se veían transformados en el rostro
del Presidente del Principado, mutando el misterio y complicidad que emanaban
del original hacia una bien distinta de autoritarismo y amenaza. Por último el
propio cartel era arrojado de manera gráfica directamente a la papelera.
Esta imagen la encuentro
significativa de forma especial, ilustrando las consecuencias que,
desgraciadamente de modo más habitual de lo deseado presenciamos en los
proyectos culturales o de cualquier naturaleza. Los constantes giros, aperturas
y clausuras de programas y proyectos, casi siempre coincidiendo con los cambios
de mandato, suponen una pérdida de los logros conseguidos por ellos, pero
también deriva en el derroche de las inversiones y el malgastar fondos
públicos, algo a lo que parece no dar importancia o no ser conscientes sus
responsables.
Estas formas de actuación
se han convertido en costumbre,
conceptualizando los proyectos en virtud de las legislaturas, tiempo
insuficiente para la consolidación de cualquier objetivo, decisiones que
propuestas como el Código de Buenas Prácticas han intentado minimizar
desvinculando los tiempos de unos y otros, aunque por desgracia presenciamos
como los mismos que lo aprueban se encargan de incumplirlos, según sus miras e
intereses.
En apenas unas horas,
como intento narrar, la Plaza Mayor
se veía inundada de una protesta ciudadana cuya convocatoria había cundido
fulminantemente a modo de mails, sms o entradas en las redes, mensajes que iban
acompañados de nuevas imágenes, fragmentos del cartel mencionado con
anterioridad, pensamientos escritos sobre un papel con un simple bolígrafo, e
incluso chapas que pendían de las solapas de los asistentes en las que se podía
ver a un Martínez Soria caracterizado con boina y bastón bajo el cual se leía
el lema “Así No” , siendo esta última letra sustituida de nuevo por el logotipo
oficial.
Esta actitud y reacción
no se detiene en ese momento, las movilizaciones y convocatorias se han ido
reproduciendo en las semanas posteriores, han seguido apareciendo reacciones de
protesta ante la situación, alimentada en cierto modo por las declaraciones
poco afortunadas del nombrado nuevo director, y han continuado apareciendo
nuevas imágenes, como ejemplo la parodia del logo del partido político que en
estos momentos ostenta el mandato redefinido por ese ojo implacable que representa
el espíritu reivindicado del Certamen.
Ese mismo ojo con gesto
enfadado y ceño fruncido es quizás de los que hayan gozado de mayor éxito y
aceptación, produciéndose una reacción igualmente nada planificada de
apropiación colectiva, cundiendo el impulso de imprimirlo y colgarlo en paredes
de locales públicos, también en ventanas de viviendas particulares.
De todo ello hay una
lectura que creo fundamental para entender lo ocurrido, una forma de actuación
espontánea, anónima y abierta en su uso, un modo de acción directa donde se
disipan los nombres y autorías para poner un trabajo al servicio de un
movimiento ciudadano. Imágenes y gráficas disponibles para su uso por todo
aquél que se siente involucrado en la necesidad de expresar su opinión. Este tipo
de prácticas son herederas directas de la experiencia acumulada en estos
últimos meses en otro tipo de movilizaciones, y es ahí donde radica
posiblemente un sentimiento que muchos se han empeñado en dar por desaparecido
y que situaciones puntuales como lo narrado demuestran que no es así.
Nota: El presente texto se escribió originalmente para ser publicado en El Cuaderno, suplemento cultural del desaparecido periódico La Voz de Asturias. Los derroteros sufridos por ambos soportes, en el caso del diario su clausura, en el del suplemento la reducción paulatina de páginas y su paso actual a la edición digital, han impedido hasta ahora que viese la luz, no obstante y siendo consciente del tiempo pasado no he querido renunciar a su difusión, convencido de que muchas de las ideas vertidas en él mantienen la vigencia necesaria.
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