La aquóloga, licenciada por la universidad de
teléfonos silenciosos. La aquóloga especializada en trombas y aluviones y,
muchas veces, en versos tercos. La aquóloga distinguida y vestida con
chubasquero amarillo, resguardada del frío norte.
Esta aquóloga
se pierde en mares y riachuelos y convive con cangrejos que andan tan para
atrás como es sensación perpetua en ella. Esta aquóloga desconsolada, que te
mantiene a raya y tú perplejo. Esta aquóloga desalmada, que se anda por las
ramas, que mira desde lejos.
De este modo arranca el
poemario de Alicia Álvarez “La aquóloga”, una pequeña joya con ilustraciones de
Fernando Gutiérrez.
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