martes, 19 de marzo de 2013

Valentín




Hace unas semanas, entre el caos que conlleva una mudanza, encontré entre mis manos un libro que me hizo sentarme sobre una caja y volver a abrirlo. El título “Un kilim para Rimbaud”. Repasando sus páginas volvía a leer el texto de José María Rueda, en el que se repasaban aquellos años de aventura y aprendizaje en Granada. También narraba un instante mágico en el que el cineasta Pere Portabella detenía el rodaje de una película sobre la imagen de una figura delicada, sobre unos movimientos pausados y delicados como eran los gestos de Valentín Albardíaz.
Unos días más tarde regalé el libro a una amiga enamorada del color.
Hoy llevo todo el día con esas imágenes en la cabeza, con los colores y, sobre todo, con la silueta frágil y tímida de Valentín dando vueltas en mi cabeza.
He escrito a amigos para que me dijesen que no era cierto, que no había ocurrido.
Desgraciadamente sus respuestas no han sido las esperadas.

jueves, 21 de febrero de 2013

ARCO



Si la conclusión de la Feria de todas las Ferias,una vez más, es que la Pintura demuestra su vigencia, definitivamente retrata lo trasnochado de dónde estamos.
Feliz de vivir en una realidad paralela

sábado, 9 de febrero de 2013

Esto es una mierda





Hay determinados artistas que hacen juicios de valor sobre la obra de los demás de forma descarnada, sin andarse por las ramas. Directamente lo califican de “esto es una mierda”, y tira que libras.

Normalmente los comentarios positivos tienden a referirse a obras sospechosamente cercanos a lo que ellos mismos hacen, será casualidad.

Son enemigos acérrimos de cualquier tipo de crítica, el argumento de “fracasado”, “no tiene ni puta idea” o “no se entera de nada” o “este no se ha manchado las manos en su puta vida” suelen ser los más socorridos.

Encajan bastante mal los comentarios que no les molan sobre su obra, los mismos que ellos lanzan sobre la obra de los demás.

Muy cansino todo.

miércoles, 23 de enero de 2013

Alix. Una verdad incontestable




Si a Pérez Minguéz debemos el registro más hedonista de los protagonistas de un momento histórico, el de una Transición que el paso del tiempo empieza demostrar no fue tan modélica como nos han querido hacer ver, repleto de fiesta y diversión, y a Javier Trillo los archivos visuales de una generación que en ese mismo instante buscaba una identidad hasta entonces inaccesible, es sin duda García Alix a quien debemos de agradecer el desarrollo de una narración que no se detiene en un momento sino que continua con el relato hasta ahora.

Un relato paralelo a su propia evolución ante la cámara y ante la vida. Un relato que muestra la explosión, la madurez, la decadencia y el desencanto de quienes han pretendido una construcción simbólica que nada tiene que ver con las lecturas aceptadas, alguien que se ha mantenido al margen de un oficialismo de pasos equivocados y equívocos. Unas “autoridades” que rápidamente olvidaron aquello por lo que merecía la pena luchar, aquello que nunca se debía de olvidar. Un oficialismo víctima de sus propios “éxitos”, y sobre todo de sus fracasos, que ha aparcado lo realmente importante, mostrándonos su cara más despreocupada y corrupta, más deshumanizada.

Las imágenes de García Alix actúan como registro del lado más oscuro, de una degradación que nada tiene que ver con lecturas moralistas y mucho con el cansancio y la corroboración de la oportunidad perdida. Personajes situados en los márgenes, alejados por sí mismos de aquello en lo que se niegan a participar, a ser cómplices.

Es la suya una mirada absoluta, descarnada y desgarradora, que nos arroja a la cara todo lo que han querido evitar que viésemos, todas las historias que según algunos nunca han existido. Un relato que mantiene una autenticidad y un compromiso olvidado por las clases “bienpensantes” sustentadas desde la hipocresía, la doble moral y la mentira.

Alberto García Alix es una verdad incontestable.