miércoles, 23 de enero de 2013

Alix. Una verdad incontestable




Si a Pérez Minguéz debemos el registro más hedonista de los protagonistas de un momento histórico, el de una Transición que el paso del tiempo empieza demostrar no fue tan modélica como nos han querido hacer ver, repleto de fiesta y diversión, y a Javier Trillo los archivos visuales de una generación que en ese mismo instante buscaba una identidad hasta entonces inaccesible, es sin duda García Alix a quien debemos de agradecer el desarrollo de una narración que no se detiene en un momento sino que continua con el relato hasta ahora.

Un relato paralelo a su propia evolución ante la cámara y ante la vida. Un relato que muestra la explosión, la madurez, la decadencia y el desencanto de quienes han pretendido una construcción simbólica que nada tiene que ver con las lecturas aceptadas, alguien que se ha mantenido al margen de un oficialismo de pasos equivocados y equívocos. Unas “autoridades” que rápidamente olvidaron aquello por lo que merecía la pena luchar, aquello que nunca se debía de olvidar. Un oficialismo víctima de sus propios “éxitos”, y sobre todo de sus fracasos, que ha aparcado lo realmente importante, mostrándonos su cara más despreocupada y corrupta, más deshumanizada.

Las imágenes de García Alix actúan como registro del lado más oscuro, de una degradación que nada tiene que ver con lecturas moralistas y mucho con el cansancio y la corroboración de la oportunidad perdida. Personajes situados en los márgenes, alejados por sí mismos de aquello en lo que se niegan a participar, a ser cómplices.

Es la suya una mirada absoluta, descarnada y desgarradora, que nos arroja a la cara todo lo que han querido evitar que viésemos, todas las historias que según algunos nunca han existido. Un relato que mantiene una autenticidad y un compromiso olvidado por las clases “bienpensantes” sustentadas desde la hipocresía, la doble moral y la mentira.

Alberto García Alix es una verdad incontestable.

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