viernes, 13 de abril de 2012

Ópera



Con la mente en sus cosas, Cuqui von Tela, Marquesa de Tocamelotó, levanta la mirada perdida en lo sublime del paisaje ante ella desplegado y se encuentra con Bárbara Camila, esposa de Mano-Lón, empresario hostelero de éxito cuyos negocios se han ido diversificando y le han convertido en una de las fortunas más esplendorosas de la comunidad, aunque de todos es sabido que en realidad sus negocios son clubes de alto standing, of course!! (Antiguamente casas de citas).

Morena en exceso para su gusto, más bien oscura de piel, y a pesar de su pronunciado acento latino, la invita rápidamente a sentarse y compartir mesa y conversación. En el fondo siempre ha pensado que es bastante ordinaria, pero no está dispuesta a verse excluida de las listas de invitados de las fiestas que cada poco organiza, y donde se da cita lo más granado de la sociedad capitalina.

Se miran con cara de tristeza, como esperando sea la otra quien inicie la conversación. Las dos están completamente compungidas por lo ocurrido y no saben si es oportuno ahondar en la herida. Finalmente Bárbara Camila habla:

B.C. - Se nota que ya lo sabes, verdad?
C.S. – Sí claro, y no tengo ni idea de cómo ha podido ocurrir.
B.C. – Ya cari, lo tremendo es que además pretenden seamos nosotras las que corramos con los gastos de todo ello, sin darse cuenta del brillo y relieve que damos a esta sociedad!!!
C.S. – Tienes toda la razón. Con las noches de gloria que nosotras hemos ofrecido y así nos lo pagan!.
B.C. – ¿Y qué crees que pasará ahora?, yo no sabría qué hacer…
C.S. – Espero que todo sea un malentendido, seguro que en Madrid se dan cuenta de que esto no puede ser y vuelve todo a la cordura. No es razonable lo ocurrido y que sigan dando dinero a esa banda de gentuza patilluda de gafas negras dedicada a ver películas que, según tengo entendido, son medio pornográficas (dice estas palabras al tiempo que dibuja sobre su pecho la señal de la Santa Cruz).
B.C. - ¡Dios te oiga!
C.S. – Seguro, esta ciudad no sería la misma sin la entrada al Teatro de lo mejor de cada casa. ¡Todo sea por la Ópera!
B.C. - ¡Todo sea por la Ópera! replica la amiga.

En ese momento, Bárbara Camila se percata del nuevo camarero, un fornido joven esculpido en el gimnasio, del que no sabe si es que se alegra de verla o se ha olvidado dejar la linterna en la taquilla. Pidiendo cortésmente disculpas a Cuqui, desenfunda el móvil y, sin quitarle ojo al ejemplar, hace una llamada a casa.

B.C. - ¡Hola!, soy la Señora. Cuando llegue el Señor, por favor, caliéntele el san Jacobo en el microondas e infórmele que no como en casa, es jueves y mi querido Dukan me deja comer hoy todo lo que me apetezca. Me ha dado capricho de solomillo poco hecho.

Bárbara Camila guarda el móvil con un gesto lleno de gracia y glamour, tras lo cual se levanta, no sin antes despedirse de Cuqui von Tela, Marquesa de Tocamelotó con una suerte de beso parecido realmente a una coreografía de Giorgio Aresu y abandona la estancia haciendo un gesto discreto al camarero.


Bárbara Camila a su entrada al Teatro

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